EL GATO EN EL ANTIGUO EGIPTO
Según tenemos constancia, el culto al gato aparece en el Antiguo Egipto
alrededor del 2.900 a .C.
como una deidad local en el Delta del Nilo. Así, la diosa gata Bastet defendió
al dios sol Ra contra los ataques de la serpiente Apofis, una de las
deidades mas representativas del mal. Hija y esposa del propio Ra según algunas
mitologías, Bastet era amén de protectora de la familia y patrona del hogar,
una diosa de la felicidad, el placer, la alegría, la feminidad, la música, y la
danza. De hecho la consideración de este animal fue siempre tan alta, que en el
capítulo XVII del Libro de los Muertos se pone en boca de Ra las siguientes
palabras: "Yo soy el gato cerca del cual se abrió el árbol Iched (un árbol
al que se identifica con la persea o la balanita) en Heliópolis la noche en que
fueron destrozados los enemigos del Señor del Universo".
Aunque su importancia fue siempre notablemente destacada, durante la dinastía
XXII (formada por un conjunto de reyes de origen libio) se adoptó a Bastet como
divinidad principal, motivo por el que es conocida como Dinastía Bubastita, al
haber convertido en capital del país a Bubastis, (nombre cuyo significado es
"Mansión de la diosa Bastet"). Fue en esa época cuando se trató de
fusionar su culto con el de la diosa leona Sejmet, un hecho que ni el clero ni
el pueblo permitió negándose a aceptar una unión de diosas tan opuestas, ya que
mientras la primera simbolizaba el amor y la alegría, la segunda era una diosa
de la guerra y la destrucción de enemigos.
Para el desarrollo del culto a Bastet los sacerdotes solían escoger un gato con
unas características muy especiales el cual era adorado y venerado como si de
la encarnación de la diosa se tratara. Asimismo -y a nivel popular- en ciertas
fechas solían celebrarse unas procesiones al anochecer durante las cuales una
imagen de la deidad era transportada en barcas ricamente adornadas con
guirnaldas de flores y alumbradas por antorchas, al tiempo que se cantaban todo
tipo de alabanzas en su honor. Cuando se llegaba a tierra firme se celebraban
unas fiestas orgiásticas que duraban hasta el amanecer.
Los antiguos egipcios nunca dieron al gato un nombre especialmente
significativo, sino que prefirieron llamarlo por su onomatopeya: Miw. Respecto
al trato corriente que daban a estos animales cabe decir que era tan especial
que cuando uno de ellos caía enfermo recibía tantos cuidados y atenciones como
los que se daban a los niños, y si a pesar de ello moría, toda la familia se
vestía de luto hasta el punto de que en algunos casos se afeitaban incluso las
cejas en señal de duelo. A continuación el dueño del felino envolvía el cadáver
en un paño de lino, llevándolo sin demora a "La Casa de la Purificación "
para que fuese momificado, proceso que llegaba a durar hasta 40 días, y con el
que eran tan meticulosos cual si se tratara de un ser humano. Tras lo anterior
las familias ricas colocaban sobre la cabeza de la momia una máscara de bronce,
(representando al animal fallecido), y lo introducían en un ataúd o sarcófago
que podía estar confeccionado con materiales que iban desde la palma o el
papiro hasta la piedra caliza. Por último lo conducían al cementerio seguido
por un largo cortejo de parientes y amigos de la familia, quienes manifestando
su profunda tristeza lloraban desconsoladamente al tiempo que con gesto
desesperado desgarraban sus vestiduras, dándose incluso el caso de que quienes
gozaban de un nivel económico suficientemente solvente llegaban a contratar
plañideras profesionales que como muestra de dolor echaban tierra sobre sus
cabellos y arremangaban sus túnicas dejando el pecho al aire.
Como es lógico y natural el cementerio de gatos más grande de todo Egipto
estaba precisamente en Bubastis, un lugar al que acudían gentes de todo el país
para dar sepultura a sus queridos felinos. Sin embargo este intenso tráfico de
personas hizo que la picaresca decidiera sacar partido de tan excelente
oportunidad de hacer negocio, lo que llevó a que algunos comerciantes carentes
de todo escrúpulo se dedicasen a criar gatos en granjas especiales, gatos que
llegado el momento y en función de la demanda eran "piadosamente sacrificados
retorciéndoles el cuello". Tras ser momificados, sus restos eran vendidos
a los peregrinos para que los llevasen como ofrenda al santuario de la diosa
Bastet. De hecho, por medio de estudios radiológicos llevados a cabo hace
algunos años se ha podido comprobar mediante el análisis realizado a cierto
número de momias de gatos que aproximadamente el 90 por ciento habían muerto
entre los cuatro y los diez meses de edad, por lo que considerando que la
duración normal de la vida de estos animales puede estar en torno a los 12 o 14
años, resulta evidente que en una proporción más que elevada debieron morir por
causas "poco o nada naturales".
Paradójicamente, a pesar de lo anterior las leyes sin embargo prohibían
expresamente tanto el perseguir como el matar a los gatos, a tal punto que si
alguien era responsable de la muerte de uno de ellos corría el peligro de
llegar a ser condenado nada menos que a la pena capital.
Como último dato curioso diremos que en 1.859 fue descubierto en Beni Hassan
(desgraciadamente por un grupo de ignorantes desaprensivos) un cementerio con
300.000 gatos momificados, quienes tras llevarse las momias a Alejandría, las
machacaron a conciencia, vendiendo con posterioridad el polvo resultante como
abono a Inglaterra. De esta forma más de 20 toneladas de momias de gatos
perfectamente conservadas durante siglos fueron adquiridas por campesinos
ingleses al precio de 4
libras la tonelada.