Una prótesis del dedo gordo del pie encontrada en
una momia en la necrópolis de Tebas, cerca de la actual Luxor, es considerada
desde ahora como la más antigua jamás usada por los humanos.
Hasta el presente, la pieza, exhibida en el Museo Egipcio, era una curiosidad
más y es probable que los asistentes la miraran con el habitual desdén de los
modernos hacia todo lo antiguo.
Sin embargo, una investigación en profundidad ha puesto las cosas en su lugar
porque demuestra que el dispositivo no solo funcionaba, sino que lo hacía muy
bien y sin causar molestias o lesiones colaterales a quienes lo usaban, a pesar
de la simplicidad de su fabricación.
Los arqueólogos estiman que el dispositivo fue fabricado durante el Imperio
Medio, alrededor del 700 A .N.E.,
y perteneció a la hija de un alto funcionario a la que fue preciso amputar un
dedo del pie porque padecía de diabetes.
Su elaboración comportaba una dificultad adicional: las sandalias eran en
aquella época el calzado de uso común, pero los ortopédicos en ciernes se las
ingeniaron para fijarla a una banda de cuero que se ataba al pie y permitía
caminar sin provocar roces o irritaciones en las zonas aledañas.
Pruebas realizadas con la ayuda de dos voluntarios en el Reino Unido mostraron
que con la prótesis es posible andar largas distancias descalzo o calzado,
según un reporte del Centro de Egiptología Biomédica de la Universidad de
Manchester, circulado aquí.
El ensayo fue verificado y difundido como exitoso por el Journal of Prosthetics
and Orthotics del Reino Unido, una publicación especializada en el tema y poco
dada al sensacionalismo.
Como para evitar elucubraciones sobre la procedencia extraterrestre de la
pieza, una tesis enarbolada con frecuencia por amantes de los alienígenas, los
humildes precursores emplearon en su elaboración los materiales más
rudimentarios: una especie de papel maché endurecida con engrudo, una tira y
cordones de cuero.
El precio del trabajo, que tiene que haber sido antecedido por investigaciones
antropométricas y de otro tipo, es harina de otro costal: está perdido en algún
recoveco de las brumas del tiempo, aunque está claro que no deber haber sido
barato.