Cuentan que durante siglos los sacerdotes egipcios
recorrieron el país en busca del toro Apis. Antes de convertirse en la
manifestación terrenal de Osiris, el animal debía aprobar una rigurosa prueba
de selección y cumplir con cierto canon de pelo, color o fecha de nacimiento.
El elegido, fetiche de tiempos prósperos y buenas
cosechas, tenía garantizada una vida a cuerpo de rey y la muerte más sagrada.
El semental, considerado una estatua viviente de
dios, disfrutaba de corral propio en el recinto del templo y consumía sus días
entre ofrendas y oráculos. Adorado desde la I dinastía, el toro sagrado de Menfis
–representado con un disco de sol entre sus cuernos- era una especie de cordón
umbilical entre lo mortal y lo divino que fascinaba e irritaba a los invasores.
Incluso su muerte resultaba tan dulce como su existencia: era embalsamado
y enterrado en un Serapeum bajo las dunas de la meseta de Saqara, a unos 25 kilómetros de El
Cairo.
Enclavado al noroeste de la pirámide escalonada de
Zoser, este particular cementerio de bovinos había envejecido mal.
Fue usado desde la dinastía XVIII (1552–1305 a. C.) hasta el periodo ptolemaico
(305–30 a. C.).
Pero permanecía cerrado al público desde 1986 y
habían surgido voces que alertaban de su posible colapso.
Tras seis años de restauración, ha reabierto
sus puertas. "Este es un lugar único en el Antiguo Egipto. La pequeña y la
gran galería son suntuosas desde el punto de vista histórico y arquitectónico",
ha declarado el ministro de Antigüedades Mohamed Ibrahim a varios de
comunicación, entre ellos,
Hierro y acero para salvar las catacumbas
El interior de las catacumbas es aún un territorio
de misterio. Un entramado de pasadizos horadados en la roca y salpicados de
cámaras laterales con sarcófagos de granito de hasta 80 toneladas. Los
ataúdes alojaron, antes de su expolio, los restos momificados de los toros.
El primer túnel fue construido por el hijo de
Ramsés II y la dinastía ptolemaica excavó el segundo.
El páramo, sin embargo, continúa huérfano de uno de
sus mayores tesoros: las teselas que adornaban los muros y que se
encuentran repartidas por varios museos del mundo. Lo que hoy se reduce a
huecos en la piedra aportó una valiosa información sobre el tiempo de vida
de los bovinos y la fecha de su sepelio.
Los datos han proporcionado además los nombres de
los visitantes o han servido para ajustar la cronología de determinados
periodos faraónicos.
La estrella de Apis logró sobrevivir a los
faraones. Los griegos lo unieron a sus divinidades Zeus y Hades, lo
rebautizaron como Serapis y levantaron en su honor el Serapeum de Alejandría,
destruido luego por el patriarca cristiano Teófilo.
El tiempo amenazaba con arruinar a su hermano de
Saqara. Y, entonces, el bálsamo recetado por un comité de expertos fue colocar
estructuras de hierro y acero para apuntalas las zonas más débiles.
Un descubrimiento cinematográfico
El esqueleto artificial, que incluye un nuevo
sistema de ventilación, ha curado las heridas que un terremoto abrió
en 1992 en las bóvedas y las paredes. Y ha resucitado una joya de la necrópolis
de Saqara que fue descubierta en 1851 por arqueólogo francés Auguste Mariette.
Como le gustaba decir al defenestrado ministro Zahi
Hawas, "la historia de su descubrimiento es tan emocionante como
cualquier película de Hollywood".
Y es que Mariette, que había sido enviado por el
Louvre a El Cairo en busca de unos manuscritos coptos, dio con su paradero al percatarse
de una esfinge que despuntaba en la arena y recordar la narración de Estrabón.
El griego detalló en el siglo I a.C. que un camino
de esfinges conducía a la entrada del serapeum. Casi en secreto, el galo
comenzó unas excavaciones que acabarían abriendo la puerta a este singular
universo.
Durante cuatro campañas, Mariette guió a un equipo
de arqueólogos por los corredores subterráneos hasta rescatar del olvido las tumbas
de los toros Apis. Una revelación probablemente inconclusa, pues algunos
expertos barruntan que las dunas mantienen todavía a buen recaudo una parte de
los enterramientos.
La rehabilitación del serapeum no es una aventura
aislada.
También se han reparado las mastabas de dos nobles
pertenecientes a la quinta y sexta dinastías: la del administrador de la ciudad
Petahotep y la majestuosa de Mereruka, visir del rey Teti, su esposa y su hijo.