Después de la muerte para los egipcios sobrevenía la vida eterna, que era una prolongación de la vida terrenal, con los mismos placeres, incomprensiones y peligros, pero necesitaban para que esto ocurriera, contar con el cuerpo, donde pudiera alojarse el alma. Para conservarlo en buen estado, utilizaron un procedimiento llamado momificación, que demandaba aproximadamente 70 días, y que había sido aprendido por la observación de los primeros entierros, realizado bajo las arenas del desierto, que habían consumido la humedad del cuerpo y evitado su putrefacción.
Consistía en extraer las partes corruptibles del cuerpo que se colocaban en jarras cerradas herméticamente. Luego se cubría el cuerpo con natrón, un polvo blanco semejante a la sal, que permitía su secado. Se lo untaba con aceites perfumados, cubriéndolo luego con resina líquida. Así se lo dejaba durante 40 días. Posteriormente se lo envolvía con lino, de manera apretada, pudiéndose utilizar hasta 375 m2 de lino por momia. Cada vuelta del vendaje iba acompañada de una palabra mágica.
El uso del sarcófago se justificaba ya que la idea de ser enterrados en la arena espantaba a los egipcios. Esta modalidad permitía que el difunto estuviera protegido del mundo exterior, pero siguiera en contacto con él, a través de los ojos o de los oídos dibujados en el exterior de la caja. Generalmente iban encajados uno dentro de otro, llevando en su interior decoraciones de figuras pintadas con colores brillantes y exteriormente escrituras jeroglíficas que podrían ayudar al muerto a llegar a la otra vida.
Junto al cadáver se colocaba un ejemplar en papiro del “Libro de los Muertos”, con los preceptos y conjuros enigmáticos que había enseñado Isis, que permitían al difunto conjurar su posible condenación.
El entierro era costoso, habiendo según Heródoto tres tarifas en cuanto al embalsamamiento, siendo la última de caridad, pagándose lo que se podía. La vida espiritual eterna, se basaba en tres principios abstractos: El Akh, era la fuerza divina, que primero la tuvieron sólo los dioses, luego también el faraón y posteriormente todos los mortales y que significaba la unión de los otros dos principios, necesario para lograr la vida eterna. El segundo principio era el Ba, representativo del alma y el tercer principio, el Ka que simbolizaba el conjunto de cualidades divinas que hacían posible la vida eterna.
Los animales en muchas ocasiones, también se momificaban, adquiriendo luego del proceso formas extrañas.