Participar en la construcción de las pirámides y de los templos era para los egipcios un acto de profundo significado. Toda la tierra de Egipto y su pueblo pertenecían a los dioses, y en particular a Horus, a quien, según se creía, el faraón representaba sobre la tierra en el transcurso de su vida. Las funciones del faraón consistían en mantener el orden total del universo, establecido en el momento de la creación, y que abarcaba no solamente la estructura social y política de Egipto, sino también las leyes de la naturaleza, el movimiento de los cuerpos celestes, la sucesión de las estaciones y la inundación y estiaje anuales del Nilo. Los miles de campesinos que intervenían en el gran esfuerzo de construir un templo o una tumba para el faraón participaban en un acto que, según se estimaba, traería espléndidas consecuencias para la tierra y el pueblo de Egipto.
A todo lo largo de la historia egipcia, el rey dispuso la autoridad absoluta en todas las esferas de laadministración, aunque sus responsabilidades cotidianas quedaran necesariamente delegadas en su visir y en un número cada vez mayor de funcionarios. Como solamente el rey podía llegar a los dioses, él era también el cause gracias al cual los hombres tomaban contacto con el mundo espiritual. El rey había de interceder ante los dioses en favor del pueblo, cumpliendo los ritos apropiados y haciendo a las ofrendas requeridas, con el objeto de que los dioses consideraran benévolamente a Egipto. En teoría el rey era, por tanto, el sumo sacerdote de cualquier templo del territorio, y era él quien designaba a otros sacerdotes para tan alto menester y quien dotaba a los templos de tierras y rentas.
El faraón podía dedicarse a la caza en los desiertos de Egipto, podían cazar toros salvajes, gacelas, órices, antílopes y leones. El faraón Amenhotep III se ufanaba de haber matado más de 100 fieros leones en 10 años; también mató 90 toros salvajes en una cacería. Por lo general, el faraón no corría peligro en sus partidas de caza: le acorralaban los toros en un cercado y allí les azuzaban las piezas.
Luego, también utilizaron carros. Además de la caza, el río estaba rebosante de peces que se podían capturar con arpones, anzuelos o redes.
Los macizos de papiro también ofrecía gran variedad de aves y gansos. Para cazarlos la técnica consistía en lanzar un bastón arrojadizo cuando las aves salían volando del macizo.